Sí, soy yo, mi dueña me tiene siempre
colgada detrás de la puerta, y sólo me utiliza para casos
especiales, supongo que será porque me quiere mucho, pero la verdad
que cada vez que me utiliza, me deja muerta, ¡siempre me llena hasta
arriba! Soy un poco rara, pero a ella le gusto, tengo “manchas”
de tonos morados y blanco, tengo un compartimento más pequeño por
fuera, y soy bastante amplia. Los padres de ella se encargaron de
prepararle todo y llenarme de bocadillos y bebidas. Mi dueña me
cogió con mucho entusiasmo y nos fuimos en dirección al colegio,
sobre las 8:15. Allí, la escuché hablar con varias personas de su
edad, supongo que eran sus compañeros de clase. De repente sonó un
timbre, ¡no veas el susto que me llevé! Sentí como ella andaba a
paso ligero para poder llegar a su clase, donde también pude
alcanzar a oír la voz grave de un hombre, pensé que era el maestro,
y efectivamente, lo era. Rezaron un Padrenuestro y un Avemaría y
todos se fueron para el bus, yo
la verdad es que tenía miedo, no me gusta ir en el departamento de
la zona de debajo en este vehículo, y menos con un montón de
mochilas más, pero me llevé una sorpresa al ver que ella me subía
para arriba, y me colocaba encima de su asiento. El viaje fue muy
ameno, todos se pudieron a cantar desde sevillanas hasta reguetón,
incluso algunas se arrancaron a bailar. Por lo que me enteré de lo
que dijo el maestro, deberíamos haber estado en la Mezquita a las
12:00, pero nos atrasamos por atasco, ya que una entrada a Córdoba
estaba cortada, y era la que debíamos coger, de todas formas, no
llegamos mucho más tarde.
Entramos al patio
interior, ya iba a la espalda de mi dueña, hubo el tiempo justo para
que me abriera un par de veces, bebiera algo de coca-cola, sacara el
móvil, se hiciera un par de fotos con sus amigas y metiese todo otra
vez, para irse a dentro. La verdad, es que allí se estaba muy a
gusto, y más, después de la calor de afuera. Yo de eso no entiendo,
pero ví que a mi dueña lo que más le gustó fue el Miihrab, y a
mí, el tesoro, ¡era precioso! Después de llevarnos un rato allí
dentro, llegó la hora de salirse, y era prácticamente la hora del
almuerzo. Los maestros les dijeron a los alumnos que tenían hasta
las 5 de tiempo libre, ya que a esa hora cruzarían el puente romano
para ver la torre de Calahorra. Poco después de que dijeran eso, mi
dueña me dejó a caer a la sombrita, y empezó a sacar cosas de
dentro de mí: bocadillos, bebidas, etc., Se llevó toda la hora de
la comida de cachondeo con las amiguitas, ¡no se callaban! Cuando
terminaron, nos cogieron de nuevo, nos pusieron en sus espaldas, y
empezaron a andar. Se recorrieron el centro de Córdoba, entrando en
todas las tiendas y heladerías, pero lo mejor fue cuando llegaron de
nuevo a la Mezquita, (sitio en el que habían quedado con los
maestros), que se encontraron con un grupo de franceses, con los que
se llevaron un rato hablando, y con los que también se hicieron
fotos, ¡están locas!
Llegó la hora del
encuentro, y allí se estaban los maestros, cruzaron el puente y
vieron la torre. Justamente al lado, había un hombre que escribía
el nombre que le dijeses en árabe, le pareció un buen recuerdo y le
encargó dos: el suyo y el de su hermana. Al acabar este detalle,
tuvieron que irse corriendo al autobús, que las estaba esperando. La
vuelta se me hizo muy larga y pesada, a pesar de llevar menos cosas,
iba muy cansada. Llegamos sobre las 9, y mi dueña estaba deseando
bajarse, y nada más que lo hizo, le dio un gran abrazo a su hermana
y a sus padres. Cuando llegamos a casa, le dió a su hermana pequeña
los recuerdos que le había traído, me vaciaron, y aquí sigo,
colgada detrás de la puerta de su cuarto, preparada para otra
aventura...