Hoy, 1 de noviembre de 1775, me he
levantado raro, no sé cómo explicarlo, sólo se que no soy yo al
100 por 100. Sí, es verdad que estoy sólo, ya me he acostumbrado,
pero hoy me siento diferente, hay algo dentro de mí que quiere
conocer algo más, no siempre lo mismo, con mis vaivenes y mis
problemillas de vez en cuando, sino algo diferente a lo de mi día a
día, pero en el fondo siento, que si cumplo mi capricho, hay cosas
que no van a acabar bien, para nada, y que voy a ser recordado para
siempre. Después de llevarme un rato pensando, decido ir a conocer
mundo, puede que haya problemas, no te digo yo que no, pero la vida
son dos días y no me quiero conformar con ver a alguien de vez en
cuando está aburrido y se pone a dar vueltas mi alrededor. De
todas formas, me cuesta un poco ponerme firme, después de todo, no
quiero hacer daño a nadie ni a nada, pero por una vez voy a ser un
poco egoísta, ya estoy harto de que siempre venga gente para lo que
le interesa o bien por trabajo, o bien por aburrimiento, y siempre me
ensucian todo.
Nada más ponerme en marcha, veo que
los animales se alejan de mi, estoy un poco furioso porque no se el
motivo, pero sigo con mi camino. Me extraña saber que al poco tiempo
de comenzar mi aventura, veo algo raro a lo lejos, me quedé
sorprendido al comprender que siempre había vivido tan cerca de
esto. Escucho a lo lejos gritos y gente corriendo en todas
direcciones, lo primero que pensé fue “¿tan feo soy?”. A medida
que me iba acercando, la gente tenía más cara de pánico y soltaban
gritos ahogados. Cuando llegué, solo quería conocer a gente, que
fueran mis amigos. Me sorprendió cuando vi que todo a mi alrededor
se caía, así que muy asustado me eché hacia atrás y por primera
vez durante todo mi recorrido me paré a pensar qué estaba haciendo.
Un rato después, cuando ya estaba tranquilo, decidí seguir, pero no
por ahí, iba a coger hacia abajo. Seguí pegado a lo que el resto de
la gente llamaban tierra o superficie terrestre. Después de varias
horas de camino, vi que se acababa, que el esto era agua, que no
había más tierra, y que justamente a mi lado había un pueblecito;
era acogedor y la gente de allí parecía dispuesta a hacer amigos,
así que decidí quedarme allí. De repente, miro hacia abajo y el
suelo lo veo cada vez más y más lejos, hasta que paré, ¡tenía 12
metros de altura! Cuando acepté lo que me estaba pasando, miro al
frente, y lo primero que me fijo es en que hay una gran multitud de
personas mirándome, me puse rojo del tirón. A lo lejos pude
distinguir como una especie de...¿cruz? Sí, era exactamente eso,
una cruz con un cristo, no sabía el porqué estaba allí, ni por qué
había muchos hombres debajo de aquella cosa. Pero la verdad, sentí
pena, ví la cara de angustia en las mujeres, los niños llorando y
los hombres con los ojos cerrados, seguramente rezando a aquel cristo
para que no les hiciera daño. Comprendí entonces, que mi lugar era
estar solo, en el sitio en el que he nacido, en el sitio en el que me
crié, viendo a gente de vez en cuando y a miles de animales nadando
junto a mí. Después de esto no volví a salir de allí, ya que todo
el mundo me conocía, todos me temían... me llamaron el “Maremoto
de Lisboa”
-Número de palabras: 615
ok
ResponderEliminar